Esto ocurre porque nuestro cuerpo emocional tiene un sistema de compensación muy mecánico que actúa como supervivencia de tal manera que, por ejemplo, si hemos vivido un largo tiempo en la sumisión (sin poder evitarlo), sin saber decir NO, incapaces de marcar límites saludables que nos permiten vivir en armonía con nuestro sentir, es posible que, por saturación, finalmente nuestro sistema se marque en la otra posición contrariamente extrema y de la sumisión nos vayamos a la rebeldía, esa “fuerza centrifuga” que nos saca de nuestro centro de tranquilidad y, con cierta agresividad (a veces silenciosa), nos limitamos a llevar la contra como si de una “lucha de poder” se tratara, muchas veces, esa fuerza (casi agresiva por el acúmulo que lleva) se disfraza de arrogancia, de insolencia, incluso de pre potencia (en muchas ocasiones) dando una “puesta en escena” difícil de encajar para muchos…habitualmente solemos juzgar esas actitudes desde esa “superficie” que muestra la persona, esa forma con la que salimos al mundo y hacia los demás, ignorando que ahí no está la raíz del problema y que esa actitud es una simple protección, la clave está en el fondo, en esa profundidad que cuando practicamos ese “desnudo emocional”, indispensable para poder aprender y crecer, llegamos a descubrir que esa forma, esa actitud (nuestro “código”), sólo es la consecuencia de esa raíz que hay en el fondo y que contiene “la herida emocional” del niño, aquello que no supo gestionar y que tuvo que acorazar para poder sobrevivir, sin ni siquiera ser consciente de ello, creando ese “personaje” que va cobrando vida en nosotros.
Cuando logramos descubrir (a colación del ejemplo que he puesto), que el sumiso y el rebelde están en lo mismo y que ninguno de los dos hace lo que verdaderamente quiere (el primero por obedecer y el segundo por llevar la contra compulsivamente) iremos aprendiendo a dar a ese niño que vive en nosotros toda la comprensión, contención y espacio para que pueda ir gestionando lo suyo, de tal manera que iremos descubriendo que la resolución del conflicto y el aprendizaje del mismo está en el equilibrio entre esas dos fuerzas extremas polares, sólo en ese punto medio equilibrado yo me escucho a mí, me atiendo y tomo la decisión que más se ajusta a mis sentimientos y mis necesidades, dejando que mi parte racional me ayude a lograrlo, trabajando en unidad. Así es como voy resolviendo mi conflicto interno y aprendiendo de él.
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Myriam Segrelles
coach & creative
Coach Integrativa y Sistémica
Especialista en gestión / desbloqueo emocional
y empoderamiento personal
DESARROLLO PERSONAL/PROFESIONAL

